miércoles, 7 de noviembre de 2007

ES COSA, SOBRE TODO, DE HOMBRES

El 25 de noviembre concentra protestas y reivindicaciones en torno a la violencia contra las mujeres. Pero dicha violencia continúa más allá del día 25. Si repasamos los diferentes medios de comunicación, comprobaremos que los comentarios se concitan en torno a la violencia extrema, a la más pérfida, a la que demasiado a menudo termina con la vida de las víctimas que la padecen. Tal cuestión merece una reflexión.

La mayor parte de los esfuerzos, propagandísticos, legales, infraestructuras… van encaminados a luchar contra la violencia extrema contra las mujeres. Por supuesto, tal violencia es la que requiere mayor urgencia y todos los medios que se le dediquen son pocos. Pero, tales esfuerzos no deben ir en detrimento de la necesaria atención a otras violencias de menor grado, a veces más sutiles, que se ejercen día a día y afectan a muchísimas más mujeres. Si no acertamos a darle a esta cuestión la importancia que tiene, sin quererlo probablemente, estaremos creando un estado de opinión en el que la violencia contra las mujeres se identifique exclusivamente con palizas, graves heridas y, en ocasiones, muerte. Sin embargo, esa casi invisible violencia de menor intensidad, arrincona día a día a millones de mujeres en todo el mundo, incluido, por supuesto, el denominado mundo desarrollado. Se trata de lo que Luis Bonino denomina “micromachismos”.

Los micromachismos son esas actitudes interiorizadas por los hombres que hacen que su relación de pareja sea una relación de poder desigual entre sus miembros en detrimento de la mujer. Son esas situaciones en las que las mujeres nos convertimos en cuidadoras de toda la familia, incluida la del marido si es menester. Esas en las que se minusvalora nuestra opinión en determinados temas o en las que se nos ignora en una conversación. Esas en las que ante determinadas reacciones se espeta un “no te pongas histérica” sin entrar al contenido y causas de las mismas. Las que provocan miradas autoritarias en los hombres hacia sus parejas ante un desacuerdo. Las que hacen que cualquier obligación familiar pueda ser causa para que la mujer ponga su tiempo a disposición de la comunidad de convivencia en detrimento del suyo propio. Las que pretenden que solamente el hombre pueda decidir el mejor uso del dinero. Las que consideran que el trabajo doméstico es, fundamentalmente, cosa de la mujer, trabaje o no fuera del hogar. Las que ponen el mando de la televisión al servicio masculino. O el mejor sillón de la casa. O la elección de horarios. Las que permiten que el hombre tome decisiones que también afectan a la mujer sin contar con ella: reuniones, invitados, amigos. Las que crean un muro de silencio masculino cuando la mujer intenta hablar de algo que a él no le conviene. Las que hacen sentirse a tantas mujeres culpables, inútiles, ignorantes, en muchas ocasiones en público. Las que les impiden decidir con igual libertad que ellos a qué hora salen de casa, con quién y para qué. Y tantas otras de tono similar que componen la vida cotidiana de numerosas mujeres. Dice Bonino que precisamente estas formas de micromachismos son “la base y cultivo de las demás formas de la violencia de género”.

La ingente tarea de luchar contra tal situación no puede recaer ni exclusiva si fundamentalmente sobre las mujeres. Son los hombres quienes más deben poner. Son quienes más precisan de-construir su modelo de masculinidad y edificar uno nuevo, más rico, que les libere de la carga de tener que ser siempre más fuertes, más decididos, menos temerosos, menos humanos. He aquí uno de los fallos principales de la actual lucha para erradicar la violencia ejercida contra las mujeres: los hombres no están suficientemente involucrados. Los más dispuestos, lo estarán a defender físicamente a mujeres agredidas físicamente; pero, ¿estarán dispuestos a poner en cuestión su modelo masculino de relación con las mujeres? Pues también los hay. Andalucía nos lleva ventaja en esta materia. Los “Hombres por la Igualdad” de Sevilla, Jaén y Granada han elaborado un manifiesto con motivo del 25 de noviembre en el que, entre otras cuestiones, podemos leer que “La violencia masculina contra las mujeres es de tal magnitud que el silencio hace cómplices a quienes no lo rompen”. También en nuestra tierra hay algunos hombres que han comenzado a reunirse y organizarse en esta materia. El asunto tiene que llegar mucho más lejos, pero por algo hay que empezar.

Luchar para la eliminación de la violencia contra las mujeres, ha de incluir la lucha contra los micromachismos. No solo desde la necesaria educación en igualdad de las nuevas generaciones. También desde la autoeducación y la autoexigencia. Todas y todos saldremos ganando. Nuestras relaciones serán mucho más satisfactorias. Es cosa de mujeres, sí, pero es cosa de hombres también. Sobre todo, de hombres.