domingo, 16 de septiembre de 2007

Osasuna

Esta columnica es del final de otra temporada liguera. Ahora que apenas acaba de comenzar la presente, me ha apetecido publicarla. Ahí va:

Osasuna

Por fin ha terminado la temporada liguera. Me gusta el fútbol aunque no es mi afición preferida. Lo que no comparto es que a menudo funcione más el negocio que el ocio y el deporte, ni la imposición de la primacía de este deporte en medios de comunicación y ayudas institucionales, ni el silenciamiento del fútbol femenino y otros deportes practicados por mujeres. Me producen rechazo las violentas manifestaciones que a veces rodean el submundo del fútbol y no comprendo las actitudes sociales de fanatismo.

Disfruto con placer un buen partido y tengo mis opciones por tres equipos de la tierra. Uno de ellos es el Osasuna. Mi pasión es la suficiente como para alegrarme de que el equipo siga en primera. Sentirme vasconavarra me ha permitido, además, en esta ocasión, gozar triplemente. Cualquier persona aficionada que me lea lo comprenderá. Los de Donosti, con su pasividad, contribuyeron activamente al triunfo. Por si fuera poco, a pesar de que Pamplona sea zona mixta y a pesar de la normativa del Gobierno Sanz, el nombre del equipo no es Salud. Ni siquiera es bilingüe. Asó que brindemos por el triple triunfo: 1) el equipo se mantiene en primera, 2) a ello ha contribuido la hermandad donostiarra y, 3) el equipo aún se llama Osasuna. Así que ¡Salud!

Fdo: Milagros Rubio

jueves, 13 de septiembre de 2007

Palmira la Chicundeja

De la mano de un amigo oriundo de Cervera, acudí el dos de septiembre al cementerio de la localidad riojana para acompañar a quienes recuerdan una de las atrocidades cometidas por los franquistas contra los republicanos. Se conmemoraba el fusilamiento en una sola noche, de 29 de los alrededor de cien asesinados en esa zona por el “Alzamiento”. El cementerio se llenó de recuerdos contados en primera persona, emociones, ojos humedecidos. El ambiente, no obstante, era acogedor. Había paz y aunque resulte paradójico, no era la paz de los cementerios. Era la de quienes, más allá de cualquier militancia política, se mantienen fieles a unos ideales de solidaridad e internacionalismo; de quienes reclaman reconocimiento pero no claman venganza; de quienes aún sueñan con alguna de las parcelas de libertad defendidas por quienes reposan en aquel panteón colectivo.

De todos los recuerdos, hubo uno que me impresionó en especial. Fue el de Palmira la Chicundeja. Fue una superviviente. Murió este año y sus amigos la echaron de menos. Nunca faltaba a la cita. Palmira la Chicundeja, al decir de quienes la conocieron, encarnaba un tipo de mujer del que aún no hablan los libros de la historia oficial de España. Los hombres de su familia fueron asesinados. A ella le raparon el pelo, le dieron aceite de ricino y sufrió el “paseillo”. Palmira es símbolo de la necesidad de una Memoria Histórica de la que sólo goza el bando de los ganadores. Amnistía Internacional solicitó que se abrieran los archivos a los investigadores. La nueva ley no parece recoger exigencias tan mínimas. Y los de siempre, dicen que recordar a los que no encarnan a los suyos, es querer abrir heridas del pasado. ¿Abrir? María la Chicundeja ha muerto en el 2007 y nadie le dio oportunidad de cerrar las suyas. Memoria histórica no es odio ni venganza. Es sólo Memoria.

Milagros Rubio, en Tudela a 10 de septiembre de 2007