jueves, 13 de mayo de 2010

2010, REPÚBLICA Y CENTENARIO

El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
(Miguel Hernández)

El 21 de marzo se celebraba el día mundial de la poesía, el 28 se cumplían 68 años de la muerte de Miguel Hernández en las cárceles franquistas, y el 14 de abril tiene lugar el 79 aniversario de la proclamación de la II República española, por cuya defensa luchó el poeta del que este año conmemoramos el centenario de su nacimiento. Pertenezco a una generación de aprendices de poeta, que se curtió en el antifranquismo leyendo, entre otros, a Miguel Hernández. Más allá del mito que tantas ansias tienen por desmontar algunos, lo cierto, lo indiscutible, es que el hombre, ese Miguel Hernández de carne y hueso, con aciertos y defectos como el régimen democrático por cuya defensa murió, expiró a los 31 años, entre los muros carceleros del franquismo, como tantos otros jóvenes de su edad. El poeta, todavía vive en los vientos del pueblo y en las nanas de la cebolla, para la libertad. Aunque figure, todavía, en los archivos oficiales, como un rebelde contra el Movimiento franquista, que por ello merecía la pena de muerte. Hace escasos días, el gobierno español entregó a la familia del poeta un documento para rehabilitar su memoria. En el mismo acto, la familia pidió que se anule el proceso que le condenó a muerte. Una familia que, como muchas otras, vivió en la oscuridad durante el franquismo para no ser centro de sus represalias. La historia de la represión y muerte de Miguel Hernández es la historia de muchos otros españoles cuya memoria todavía no ha sido suficientemente rehabilitada, porque, entre otros déficits, tantas décadas después aún siguen en pie las sentencias de aquellos procesos-farsa. No deja de ser un chiste macabro ante esta situación, el hecho de que Garzón resulte encausado por pretender investigar los crímenes del franquismo a instancias de los familiares de desaparecidos durante la dictadura franquista y de cerca de 30 asociaciones vinculadas a la recuperación de la Memoria Histórica. Todo ello, mientras en Navarra UPN todavía se niega a solicitar la anulación de estos juicios “porque eso divide a los españoles”

La historia de la II República española, de la sublevación fascista en su contra, de la guerra civil consiguiente, de la represión, de la humillación de las familias de aquellos republicanos e incluso de la desaparición de los restos de tantos de ellos, es un factor de enorme incidencia en la configuración del alma de izquierdas gestada en el franquismo y en el postfranquismo. Las personas demócratas de hoy somos deudoras de la memoria de aquellas que nos antecedieron. Y esto, no nos cansaremos de decirlo, nada tiene que ver con el odio y sí con una reconciliación basada en la memoria histórica. La historia concreta de la forma en la que desapareció la II República y la manera de instaurarse la actual Monarquía, influyen, sin duda alguna, en el actual republicanismo. Eso no es óbice para que entre los propios republicanos haya quien simpatice con los actuales miembros de la Casa Real. Pero la toma de posición ante el modelo de régimen político, no está relacionada con simpatías o antipatías personales, sino con la historia antes aludida y con algo más aséptico y atemporal, el principio de igualdad ante la ley. Sin duda, hay regímenes monárquicos democráticos y regímenes republicanos autoritarios, pero en sí mismo, en su propia idiosincrasia, es indiscutible que una república puede ser más democrática que una monarquía, aunque no sea más que por el hecho de que sus representantes son elegidos por la población, y no nombrados en razón de su estirpe y apellido. Que sea hereditaria la jefatura de un Estado y de todas las fuerzas militares, no deja de ser un anacronismo herencia de tiempos en los que el linaje determinaba el estatus de cada cual, tiempos afortunadamente superados por la historia. A estas alturas, incluso la vinculación del papel de la monarquía con el proceso de la transición, suena ya obsoleto. Si un buen número de personas de quienes formábamos el censo electoral en el momento del referéndum sobre la Constitución Española, opinamos que se nos hurtó la posibilidad de opinar específicamente sobre el binomio monarquía-república, ¿qué decir de esa amplia franja de la población actual, que ni siquiera tenía entonces edad de votar? No me sorprende que esas personas jóvenes no simpaticen especialmente con la monarquía, tal como revelan los últimos sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Si a todo ello le sumamos la impunidad de la figura del monarca, la opacidad sobre el conjunto del presupuesto destinado al mantenimiento de la Monarquía más allá de las dos conocidas partidas presupuestarias que suman algo más de 15 millones de euros, así como la falta de transparencia en el reparto de esos ingresos, los motivos de nuestro republicanismo crecen enteros. Añadamos donaciones que reciben, fundaciones que presiden, herencias, etc. Juan Carlos I poseía en el año 2003 un patrimonio de 1.970 millones de euros (casi 300.000 millones de pesetas) entre cuentas bancarias, inversiones, propiedades y obras de arte, según la revista londinense Eurobusiness. La Casa Real lo desmintió argumentando que se mezclaba fortuna personal y patrimonio nacional que disfrutaba. Puede ser, pero, ¿qué datos tenemos para deslindarlo? Si ya tenemos razones para exigir a gobierno y congresistas que sus ingresos y pensiones no se distancien tanto de la media de quienes les eligen, ¿qué decir de quienes disfrutan patrimonio, inmuebles, bienes e ingresos de todos por el hecho de ser hijas, hijos, hermanos o demás familia de un rey, sin tan siquiera rendir cuentas de todo ello? Al menos, a los primeros, podemos cambiarlos cada cuatro años y los presupuestos y cuentas generales son públicos, pero la monarquía, insisto, es meramente hereditaria y la gestión de sus ingresos totalmente opaca. Pongamos, incluso, que tal como nos dicen, la familia real lo hace bien como mediadora y embajadora, ¿y?, ¿justifica eso suficientemente una monarquía?, ¿qué pasaría si lo hicieran mal, podríamos destituirles? Nuestra opción por la República, no es pues la opción por cualquier república, sino por aquella que herede lo mejor de nuestros antecesores, que aprenda también de sus errores, y que, desde la Memoria y la Reconciliación, rehabilite la dignidad de las y los republicanos represaliados, e insista en la igualdad y la transparencia como principios rectores de la res publica. Una república en la que la ética, la solidaridad, el humanismo, la equidad, la justicia social, sean consustanciales al ejercicio del cargo público, y fuente de inspiración en las relaciones humanas. Donde adquieran pleno sentido los versos de Miguel Hernández:

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

miércoles, 20 de enero de 2010

Haití

Los lamentos ante la catástrofe, no incluyen la autocrítica. El mundo enriquecido llama a la colaboración sin explicar dónde radican las causas de la extrema pobreza del pueblo Haitiano. Haití es un país desmembrado. A lo largo de la historia ha sufrido primero la dominación, la colonización, la esclavitud, y después la deuda externa, la tiranía interna, la corrupción, las invasiones del mundo enriquecido, la deforestación, el desgobierno.

La desigualdad, la pobreza extrema, la insostenibilidad, son partes intrínsecas de un sistema que prima el enriquecimiento de algunos incluso sobre el acceso de la mayoría a los bienes básicos de consumo. El FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, es decir, las instituciones de gestión económica y comercial, pilares de la administración del sistema económico en el que estamos inmersos, imponen condiciones imposibles a los países más pobres, y los empobrecen aún más. A su vez, esta situación perpetúa la de desgobierno, incultura y desestructuración que vive Haití. Ahondar en estas causas, es imprescindible a la hora de entender el actual sufrimiento de Haití tras el terremoto. Un terremoto que en otros lugares del mundo, hubiera producido menos consecuencias trágicas.

Además de la ayuda puntual, de la solidaridad del momento, es precisa la implicación para poner un grano de arena en un cambio tan justo como imprescindible de las estructuras sociales, que muestre la cara más amable de una humanidad cuyos valores quedan en entredicho cuando se mira hacia otro lado en el día a día de las personas más pobres y vulnerables, que constituyen un porcentaje mayoritario en la totalidad de la población mundial.

el porqué de la moderación de comentarios

Hola, amigas y amigos:

Todavía sin publicitar este blog, que venía siendo exclusivamente un lugar de encuentro con varias personas y conmigo misma, ha habido quien ha intentado boicotearlo. El dogmatismo, la posesión exclusiva de la verdad y la intolerancia de la que hacen gala algunos, me ha obligado a moderar los comentarios. No te limites a la hora de hacerlos. Mi única intención es evitar el boicot. Por lo demás, los comentarios, críticos o afines, serán bienvenidos.