miércoles, 20 de enero de 2010

Haití

Los lamentos ante la catástrofe, no incluyen la autocrítica. El mundo enriquecido llama a la colaboración sin explicar dónde radican las causas de la extrema pobreza del pueblo Haitiano. Haití es un país desmembrado. A lo largo de la historia ha sufrido primero la dominación, la colonización, la esclavitud, y después la deuda externa, la tiranía interna, la corrupción, las invasiones del mundo enriquecido, la deforestación, el desgobierno.

La desigualdad, la pobreza extrema, la insostenibilidad, son partes intrínsecas de un sistema que prima el enriquecimiento de algunos incluso sobre el acceso de la mayoría a los bienes básicos de consumo. El FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, es decir, las instituciones de gestión económica y comercial, pilares de la administración del sistema económico en el que estamos inmersos, imponen condiciones imposibles a los países más pobres, y los empobrecen aún más. A su vez, esta situación perpetúa la de desgobierno, incultura y desestructuración que vive Haití. Ahondar en estas causas, es imprescindible a la hora de entender el actual sufrimiento de Haití tras el terremoto. Un terremoto que en otros lugares del mundo, hubiera producido menos consecuencias trágicas.

Además de la ayuda puntual, de la solidaridad del momento, es precisa la implicación para poner un grano de arena en un cambio tan justo como imprescindible de las estructuras sociales, que muestre la cara más amable de una humanidad cuyos valores quedan en entredicho cuando se mira hacia otro lado en el día a día de las personas más pobres y vulnerables, que constituyen un porcentaje mayoritario en la totalidad de la población mundial.

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